martes, 13 de octubre de 2020

Mi encuentro con Ramana Maharshi (por Mercedes de Acosta)

El siguiente artículo, que es principalmente una traducción cuyas fuentes se indican abajo del todo, ha sido editado inicialmente en otro formato y aquí al blog lo he copiado y pegado directamente, por lo que aparte de que no aparecen las fotos podría haber además ligeros errores de formato y párrafos con diferentes espacios al original, etc. Lo posteo también en este blog por si a alguien le viene bien así, por ejemplo quienes no tengan modo de ver los archivos en formato PDF.

La versión original ha sido completada también hoy 13 de octubre de 2020, la cual incluye fotos y el formato correcto del artículo.

Quien quiera leer la versión original en PDF (11 páginas) puede hacerlo aquí: https://nytz.files.wordpress.com/2020/10/mi-encuentro-con-ramana-maharshi-mercedes-de-acosta.pdf

 

Mi encuentro con Ramana Maharshi

por Mercedes de Acosta


Nota de pasada: ¿Veis las similitudes entre lo que dicen Ramana Maharshi y Un curso de milagros? Está claro que Ramana Maharshi es un ser inspirado.


Ella era una guionista de Hollywood. Él, el sabio más venerado de la India. Esto es lo que sucedió cuando ella lo visitó durante tres días.


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Mercedes de Acosta (1893-1968) fue una guionista y poetisa estadounidense de las décadas de 1920 y 1930 famosa por sus aventuras amorosas con Greta Garbo, Marlene Dietrich, Isadora Duncan y muchas otras hermosas celebridades.


“Puedo alejar a cualquier mujer de cualquier hombre”, dijo en una ocasión a sus amigos.


A pesar de sus obras y éxitos artísticos (obras de teatro producidas, tres volúmenes de poesías, una novela, también diseñó ropa, etc.) hoy en día se la conoce principalmente por sus relaciones románticas con numerosas celebridades femeninas. Esto probablemente dice más sobre los tiempos en que vivimos que sobre ella. A esto pudo contribuir el hecho de que mantuvo diversas relaciones lésbicas con la élite de Hollywood, y aunque el lesbianismo y la bisexualidad en los primeros años de Hollywood eran comunes, ella fue una de las pocas personas que no intentó ocultar su sexualidad. Por otro lado, sus logros artísticos y su interés por la mística son aspectos de su vida que en una sociedad sana serían mucho más significativos de recordar.


En 1938 viajó a Arunachala para encontrarse con Ramana Maharshi y se quedó tres días. Esta visita tuvo un tremendo impacto en ella. Más tarde escribió en su autobiografía que estos fueron los tres días más importantes de su vida.


En 1962 envió a Sri Ramana una copia de su autobiografía, de la cual se extrajo el artículo traducido a continuación, y la inscribió de la siguiente manera:


A Bhagavan Ramana Marharshi, el único ser puro, completamente sin ego, desapegado del mundo que he conocido.


Este es su relato de lo ocurrido durante su estancia en Arunachala en 1938.


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Mercedes de Acosta (1893-1968)

Ramana Maharshi (1879-1950)

Encuentro cara a cara: 1938


Mi encuentro con Ramana Maharshi


por Mercedes de Acosta


(Fragmento de su autobiografía: "Here Lies the Heart")



(Foto de la portada de su autobiografía: «Aquí yace el Corazón: El cuento de mi vida»)


«A SEARCH IN SECRET INDIA» [un libro de Paul Brunton, cuya traducción literal sería «UNA BÚSQUEDA EN LA INDIA SECRETA», que fue publicado en español con el título «LA INDIA SECRETA», y hay otra publicación que también recogió los pasajes de ese libro que tienen relación con Ramana Maharshi, bajo el título «El Maharshi y su Mensaje»] tuvo una profunda influencia en mí. En él supe por primera vez acerca de Ramana Maharshi, un gran santo y sabio indio. Fue como si alguna emanación de este santo me alcanzara desde el libro. Durante días y noches después de leer sobre él, no pude pensar en otra cosa. Me volví, por así decirlo, poseída por él. Ni siquiera podía hablar de otra cosa. Nada podía distraerme de la idea de que debía ir a encontrarme con este santo. A partir de ese momento, aunque poco a poco dejé de hablar tanto de ello, toda la dirección de mi vida se encaminó hacia la India y se alejó de Hollywood. Sentí que seguramente iría allí, aunque no había nada en ese momento que indicara que lo haría. Sin embargo, sentí que conocería al Maharshi y que ese encuentro sería la experiencia más grande de mi vida.



(Portada de A SEARCH IN SECRET INDIA)


Tenía muy poco dinero, demasiado poco para arriesgarme a ir a la India, pero algo me empujó a lanzarme hacia allá. Fui a la compañía de barcos de vapor y reservé uno de los camarotes más baratos de un barco indio, el S. S. Victoria, que navegaba de Génova a Bombay a principios de octubre. Mientras tanto, volé a Dublín para ver a mi hermana.


Había reservado un pasaje a Ceilán con la intención de cruzar al sur de la India e ir directamente a Tiruvannamalai, donde vivía Ramana Maharshi. Pero cuando el barco hizo escala en Bombay, Norina Matchabelli subió a bordo para verme con un mensaje de Meher Baba diciendo que Consuelo [una compañera de viaje que era seguidora de Meher Baba] y yo debíamos bajar del barco y venir a verlo en Ahmednagar, a unas dos horas de Bombay. Yo no quería hacer esto, ya que mi verdadero propósito en la India era ver al Maharshi y estaba impaciente por llegar a él.


En Madrás alquilé un automóvil, y estaba tan ansiosa por llegar a Tiruvannamalai que no me acosté sino que viajé de noche, llegando a eso de las siete de la mañana después de un trayecto de casi once horas. Estaba muy cansada cuando salí del auto en una pequeña plaza frente al templo [Templo Arunachaleswara]. El conductor me explicó que no podía llevarme más lejos. Me volví hacia la colina de Arunachala y me apresuré bajo el sol caliente por el camino cubierto de polvo hasta la morada, a unas dos millas de la ciudad donde vivía el Sabio. Mientras recorría esas dos millas, en lo más profundo de mí sabía que estaba corriendo hacia la experiencia más grande de mi vida.


Cuando, aturdida y llena de emoción, entré por primera vez a la sala donde se encontraba Ramana, no sabía muy bien qué hacer. Al venir de fuera cegada por la fuerte luz del sol y llegar a la sala que estaba algo oscurecida, al principio me resultaba difícil ver; sin embargo, percibí a Bhagavan de inmediato, sentado en la postura de Buda en su sofá en la esquina. En ese mismo momento me sentí abrumada por un fuerte poder en la sala, como si un viento invisible soplara violentamente hacia mí. Por unos instantes me sentí mareada. Entonces me recuperé. Para gran sorpresa mía, de repente escuché una voz estadounidense que me llamaba: "Hola, pasa". Era la voz de un estadounidense llamado Guy Hague, originario de Long Beach, California. Más tarde me dijo que había sido dado de baja honorablemente de la Marina estadounidense en Filipinas y que luego se había abierto camino a la India, comenzando a estudiar yoga cuando llegó a Bombay. Luego supo de Sri Ramana Maharshi y, sintiéndose muy atraído por él, decidió ir a Tiruvannamalai. Cuando lo conocí, él ya había estado con el Maharshi desde hacía un año, sentado ininterrumpidamente día y noche en la sala con el sabio.


(Guy Hague con Sri Ramana Maharshi)


Guy se levantó de donde estaba sentado contra la pared y se acercó a mí, tomando mi mano y llevándome de regreso a un lugar junto a él contra la pared. Al principio no me habló, lo que me permitió recomponerme. Pude mirar alrededor del salón, pero mi mirada fue atraída hacia Bhagavan, quien estaba sentado absolutamente derecho en la postura de Buda mirando directamente hacia el frente. Sus ojos no parpadeaban ni se movían de ninguna manera. Como parecían tan llenos de luz, tuve la impresión de que eran grises. Más tarde supe que eran marrones, aunque ha habido varias opiniones sobre el color de sus ojos. Su cuerpo estaba desnudo excepto por un taparrabos. Poco después descubrí que esto y su bastón eran absolutamente sus únicas posesiones. Su cuerpo parecía firme y como bronceado por el sol, aunque descubrí que el único ejercicio que hacía era una caminata de veinte minutos todas las tardes a las cinco cuando caminaba por la colina y a veces saludaba a los yoguis que venían a postrarse a sus pies.


(Ramana Maharshi)


Ramana era un vegetariano estricto, pero solo comía lo que se le ponía delante y nunca expresaba deseos de ningún tipo de comida. Mientras estaba sentado allí, parecía una estatua y, sin embargo, algo extraordinario emanaba de él. Tuve la sensación de que en algún nivel invisible estaba recibiendo impactos espirituales que provenían de él, aunque su mirada no estaba dirigida hacia mí. No parecía estar mirando nada y, sin embargo, sentí que él podía ver y era consciente del mundo entero.


"Bhagavan está en samadhi", dijo Guy Hague.


Miré alrededor. Varios indios oraban en cuclillas en el suelo o sentados en la postura de Buda o postrados boca abajo, algunos de ellos recitando mantras en voz alta. Varios pequeños monos entraron en el salón y se acercaron a Bhagavan. Se subieron a su sofá y rompieron la quietud con sus alegres parloteos. Él amaba a los animales y cualquier especie de animal era respetada y recibida por él en el ashram. Los animales eran tratados como iguales a los humanos y siempre se les llamaba por sus nombres. Los animales enfermos eran llevados ante Bhagavan y él los mantenía en su lecho o en el suelo junto a él hasta que se recuperaran. Muchos animales habían muerto en sus brazos. Cuando estuve allí, tenía una vaca muy querida que entraba y salía del pasillo y, a menudo, se echaba a su lado y le lamía la mano. Le encantaba contar historias sobre la bondad de los animales. Fue notable que ninguno de los animales agrediera a los visitantes ni se atacaran entre sí.


Después de haber estado sentada varias horas en la sala escuchando los mantras de los indios y el incesante zumbido de las moscas, y perdida en una especie de mundo interior, Guy Hague me sugirió que fuera a sentarme cerca del Maharshi. Me dijo: “Nunca se puede saber cuándo saldrá Bhagavan del samadhi. Cuando lo haga, estoy seguro de que se alegrará de verte y será beneficioso para ti, en ese momento, estar sentada cerca de él”.


Me acerqué a Bhagavan, sentándome a sus pies frente a él. Guy tenía razón. No mucho después de esto, Bhagavan abrió los ojos. Movió la cabeza y me miró directamente, sus ojos me traspasaban. Sería imposible describir ese momento y no voy a intentarlo. Solo puedo decir que en ese segundo sentí que mi ser interior se elevaba a un nuevo nivel, como si, de repente, mi estado de conciencia se elevara a un grado mucho más alto. Quizás en esta fracción de segundo yo ya no era mi yo humano sino el Yo, el Ser. Entonces Bhagavan me sonrió. Me parecía que nunca antes había sabido lo que era una sonrisa. Le dije: "He recorrido un largo camino para verte".


(Mercedes de Acosta)


Hubo silencio. Estúpidamente por mi parte, había traído una hoja de papel en la que había escrito una serie de preguntas que quería hacerle. Busqué a tientas en mi bolsillo, pero las preguntas ya habían sido respondidas simplemente estando en su presencia. Ya no había necesidad de preguntas ni respuestas. Sin embargo, mi aburrido intelecto expresó una.


“Dime, ¿a quién debería seguir, o qué método o camino debería seguir? He estado tratando de averiguar esto durante años buscando en religiones, filosofías, enseñanzas”. De nuevo hubo silencio. Transcurrieron unos minutos, que a mí me parecieron mucho tiempo, tras los cuales habló.


“No estás siendo sincera. Solo estás soltando palabras, solo hablando. Sabes perfectamente a quién seguir. ¿Por qué necesitas que te lo confirme?”.


"¿Quieres decir que debería seguir a mi ser interior?", pregunté.


"No sé nada sobre tu ser interior. Debes seguir al Ser. No hay nada ni nadie más a quien seguir".


Pregunté de nuevo: "¿Y qué pasa con las religiones, los maestros, los gurús?".


“En caso de que puedan ayudar en la búsqueda del Ser. ¿Pero pueden ayudar? ¿Puede la religión, que te enseña a mirar fuera de ti misma, que promete un cielo y una recompensa fuera de ti misma, puede eso ayudarte? Solo cuando nos sumergimos profundamente en el Corazón espiritual podemos encontrar el Ser”. Ramana se puso la mano derecha sobre el lado derecho de su propio pecho y continuó: “Aquí se encuentra el Corazón, el dinámico Corazón espiritual. Se le llama Hridaya, se encuentra en el lado derecho del pecho y es claramente visible para el ojo interior de un adepto al camino espiritual. Por medio de la meditación puedes aprender a encontrar el Ser en la cueva de este Corazón”.


Es extraño, pero cuando yo era muy joven Ignacio Zuloaga me dijo: “Todas las grandes personas viven desde el corazón”. Puso su mano sobre mi corazón físico y dijo: “Mira, aquí está el corazón. Recuerda siempre pensar con él, sentir con él y, sobre todo, juzgar con él”.


Pero el Iluminado elevó el consejo a un nivel superior. Dijo: "Encuentra el Ser en el Corazón real".



(Mercedes de Acosta con un amigo de Hollywood)


Ambos, justo en el momento adecuado de mi vida, me mostraron el camino. La gente le decía a Bhagavan: "Me gustaría encontrar a Dios". Su respuesta era: "Encuentra el Ser primero y entonces no tendrás que preocuparte por Dios". Y una vez un hombre le dijo: "No sé si ser católico o budista".


Bhagavan le preguntó: "¿Qué eres ahora?".


Él respondió: "Soy católico".


Y entonces le dijo: "Ve a casa y sé un buen católico y entonces sabrás si deberías ser budista o no".


Bhagavan me indicó que el Ser real es intemporal. “Pero”, dijo, “a pesar de la ignorancia, ningún hombre se toma en serio el hecho de la muerte. Puede que vea la muerte a su alrededor, pero sigue sin creer que él mismo vaya a morir. Cree, o más bien siente, de alguna extraña manera, que la muerte no es para él. Sólo cuando su cuerpo se ve amenazado cae víctima del miedo a la muerte. Todo hombre se cree eterno, y esta es realmente la verdad. Esta verdad se afirma a sí misma a pesar de la creencia ignorante del hombre de que el cuerpo es el Ser”.


Le pregunté cómo rezar por otras personas. Él respondió: “Si estás morando dentro del Ser, no hay otras personas. Tú y yo somos lo mismo. Cuando oro por ti oro por mí mismo y cuando oro por mí mismo oro por ti. La verdadera oración consiste en morar en el Ser. Este es el significado de Tat Twam Asi: Tú Eres Eso. No puede haber separación en el Ser. No hay necesidad de orar por ti misma ni por ninguna otra persona, sino morar en el Ser”.


Le dije: "Bhagavan, dices que debo emprender la búsqueda del Ser mediante Atma Vichara, haciéndome la pregunta ¿Quién soy yo? ¿Puedo preguntarte quién eres tú?". Bhagavan respondió: "Cuando conoces al Ser, el 'Yo', 'Tú', 'Él' y 'Ella' desaparecen. Se fusionan en la pura Conciencia".


En una ocasión vi lo que pensé que eran unos sacerdotes de aspecto malvado que habían venido del templo, y les hablé de ellos a Bhagavan. Él dijo: “¿Qué quieres decir con 'malvado'? No conozco la diferencia entre lo que llamáis bien y mal. Para mí, ambos son lo mismo, solo los lados opuestos de la moneda”. Debería haber sabido esto. Bhagavan estaba, por supuesto, más allá de la dualidad. Estaba más allá del amor y el odio, más allá del bien y del mal, y más allá de todos los pares de opuestos.


Escribir sobre esta experiencia con Bhagavan, rescatar y registrar todo lo que dijo, o todo lo que implicaron sus silencios, es como intentar poner el infinito en una huevera. Un pequeño capítulo no puede de ninguna manera hacerle justicia o dar una idea de su iluminación, y no creo que esté lo suficientemente avanzada espiritualmente, si es que he dado algún paso en absoluto, para tratar de interpretar su conocimiento supremo. En mí él tenía, y todavía sigue teniendo, una profunda influencia. Me parece presuntuoso decir que cambió mi vida. Quizás mi vida no era tan importante como para ello. Pero no cabe la menor duda de que después de haber estado en su presencia vi la vida de un modo diferente, una presencia que con solo “ser” era suficiente alimento espiritual para toda la vida. Es posible que cuando regresé de la India, la gente que no lo discernía vio muy pocos cambios en mí. Pero hubo un cambio, una transformación de toda mi conciencia. ¿Y cómo podría haber sido de otra manera? Había estado en la atmósfera de un ser sin ego, desapegado del mundo y completamente puro.


Me senté en la sala con Bhagavan tres días y tres noches. A veces él me hablaba; otras veces se quedaba callado y yo no interrumpía su silencio. A menudo él estaba en samadhi. Quería quedarme allí con él, pero finalmente me dijo que debería volver a Estados Unidos. Dijo: “Habrá lo que se llamará una 'guerra', pero que, en realidad, será una gran revolución mundial. Todos los países y todas las personas se verán afectados por ella. Debes regresar a América. Tu destino no está en la India en este momento”. Antes de dejar el ashram, Bhagavan me dio algunos versos que había seleccionado del Yoga Vasishta. Dijo que contenían la esencia del camino de una vida pura.


Establecido en el estado de plenitud, que brilla cuando se renuncia a todos los deseos, y en paz en el estado de libertad en vida, actúa jugando alegremente en el mundo, ¡oh Raghava!


Interiormente libre de todos los deseos, desapasionado y desapegado, pero exteriormente activo en todas las direcciones, actúa jugando alegremente en el mundo, ¡oh Raghava!


Libre de egoísmo, con la mente desapegada como en el dormir profundo, pura como el cielo, siempre inmaculada, actúa jugando alegremente en el mundo, ¡oh Raghava!


Comportándote noblemente con ternura bondadosa, cumpliendo exteriormente las convenciones, pero renunciando a todo interiormente, ¡actúa jugando alegremente en el mundo, oh Raghava!


Absolutamente desapegado de corazón, pero aparentemente actuando como con apego, interiormente frío (indiferente) pero exteriormente lleno de fervor, actúa jugando alegremente en el mundo, ¡oh Raghava!


Con tristeza me despedí de Bhagavan. Cuando me iba, me dijo: "Volverás aquí de nuevo". Lo cual me asombra y despierta en mí una interrogación. Dado que su presencia física ya no está, me pregunto si lo haré. Sin embargo, a menudo siento la atracción de Arunachala como si me impulsase a volver. Siento el tirón de esa colina sagrada de la que él formaba parte y donde yace enterrado su cuerpo mortal.


ANTES DE DEJAR EL ASHRAM escribí varias preguntas para que Guy Hague se las hiciera a Bhagavan de mi parte, dado que no había tenido la oportunidad de hacérselas yo misma. Me había molestado el hecho de que tantos santos y personas iluminadas hubieran estado enfermos y sufriendo físicamente. Le pregunté: "¿No deberían ellos tener cuerpos perfectos y, además, por qué no se curan a sí mismos?". En Europa recibí una carta de Guy diciendo que había planteado mi pregunta a Bhagavan. Escribió: “Bhagavan me dijo que te dijera que la persona espiritualmente perfecta no necesita necesariamente tener un cuerpo perfecto. La razón, según explicó, es muy sencilla.


“Verás: el ego, el cuerpo y la mente son la misma cosa. La persona espiritualmente perfecta, como Bhagavan, está por encima de estas tres cosas. En consecuencia, él no tiene... un cuerpo que curar, ni una mente —o ego— con la que curarlo. Él está más allá de todo eso porque eso es una ilusión. Él está viviendo en la Realidad. Los científicos cristianos pueden hacer uso de la mente y curar el cuerpo, porque son la misma cosa. Los indios americanos también se curan de esta manera. Es la curación por fe.


“Pero si la persona espiritualmente perfecta está corporalmente enferma es porque el cuerpo está agotando su karma. Bhagavan dio una ilustración del karma, diciendo que es como un ventilador eléctrico y debe seguir su curso, cesando de moverse gradualmente incluso después de haberlo apagado. Él dice que la mente nace en la ilusión y construye un cuerpo y un mundo a su medida, es decir, un mundo que ella se ha ganado y que se merece (por su karma). Bhagavan, sabiendo que el cuerpo y la mente son una ilusión, no puede experimentar ninguna dolencia o malestar corporal. Le vemos sufrir dolor, pérdida de peso, etc. Eso está en nuestras mentes, no en la suya. Él en realidad es incorpóreo, aunque tú y yo no podemos experimentar esto como un hecho”.


En otra carta Guy me comunicó las respuestas a mis preguntas, lo que llevó a otras. Él anotó mis nuevas preguntas y más adelante las respuestas que en su momento le dio Bhagavan.


Pregunta: ¿Existe la reencarnación?


Bhagavan: Tú estás encarnada ahora, ¿no es así? Entonces volverás a estarlo. Pero como el cuerpo es una ilusión, la ilusión se repetirá y seguirá repitiéndose hasta que encuentres el Ser real.


Pregunta: ¿Qué es la muerte y qué es el nacimiento?


Bhagavan: Solo el cuerpo tiene muerte y nacimiento, y (el cuerpo) es una ilusión. En la Realidad no hay nacimiento ni muerte.


Pregunta: ¿Cuánto tiempo puede pasar entre la muerte y el siguiente nacimiento?


Bhagavan: Quizás uno renazca al cabo de un año, tres años o miles de años. ¿Quién lo puede decir? En cualquier caso, ¿qué es el tiempo? El tiempo no existe.


Pregunta: ¿Por qué no recordamos las vidas pasadas?


Bhagavan: La memoria es una facultad de la mente y es parte de la ilusión. ¿Por qué quieres recordar otras vidas que también son ilusiones? Si te estableces en el Ser, no hay pasado ni futuro, ni siquiera presente, ya que el Ser está fuera del tiempo: es intemporal.


Pregunta: ¿Son el mundo, la mente, el ego y el cuerpo lo mismo?


Bhagavan: Sí. Son una y la misma cosa. La mente y el ego son una misma cosa, pero no hay palabras para explicar esto. Verás, el mundo no puede existir sin la mente, la mente no puede existir sin lo que llamamos el ego (que es ella misma, en realidad) y el ego no puede existir sin un cuerpo.


Pregunta: Entonces, cuando dejamos este cuerpo, es decir, cuando el ego lo deja, ¿(el ego) se aferrará inmediatamente a otro cuerpo?


Bhagavan: Oh, sí, debe hacerlo. No puede existir sin un cuerpo.


Pregunta: ¿Qué clase de cuerpo tendrá entonces?


Bhagavan: O un cuerpo físico o un cuerpo sutil/mental.


Pregunta: A este cuerpo físico presente, ¿lo llamas cuerpo denso/grosero?


Bhagavan: Solo para distinguirlo, para referirnos a él en una conversación. En realidad es también un cuerpo sutil/mental.


Pregunta: ¿Cuál es la causa de que reencarnemos?


Bhagavan: Los deseos. Tus deseos incumplidos te hacen volver otra vez. Y en cada caso —en cada cuerpo— a medida que tus deseos se van cumpliendo, vas creando otros nuevos. Debes conquistar el deseo para ser absorbida por el Uno y así poner fin a la reencarnación.


Pregunta: ¿Puede cambiar el sexo de una reencarnación a otra?


Bhagavan: Oh, por supuesto. Todos hemos sido de ambos sexos muchas veces.


Pregunta: ¿Es posible pecar?


Bhagavan: Tener un cuerpo, que crea ilusión, es el único pecado, y el cuerpo es nuestro único infierno. Pero es adecuado que sigamos las leyes morales. Comentar sobre el pecado es un tema demasiado difícil para unas pocas líneas.


Pregunta: Aquel que se ha vuelto consciente del Ser, ¿pierde el sentido del "yo"?


Bhagavan: Absolutamente.


Pregunta: Entonces para ti no hay diferencia entre tú y yo, o ese hombre de allí, mi sirviente, ¿somos todos lo mismo?


Bhagavan: Todos somos lo mismo, incluidos aquellos monos.


Pregunta: Pero los monos no son personas. ¿No son ellos diferentes?


Bhagavan: Son exactamente lo mismo que las personas. Todas las criaturas son lo mismo en la Conciencia Unificada.


Pregunta: ¿Perdemos nuestra individualidad cuando nos fusionamos con el Ser?


Bhagavan: No hay individualidad en el Ser. El Ser es Uno, Supremo.


Pregunta: ¿Entonces se pierden la individualidad y la identidad?


Bhagavan: No las retienes en el sueño profundo, ¿verdad?


Pregunta: Pero las retenemos de un nacimiento a otro, ¿no es así?


Bhagavan: Oh, sí. El pensamiento "yo" (el ego) volverá a repetirse, solo que cada vez tú te identificas con un cuerpo diferente y en un entorno diferente alrededor del cuerpo. Los efectos de los actos pasados (karma) continuarán controlando el nuevo cuerpo tal como lo hicieron con el anterior. Es el karma el que te ha dado este cuerpo en particular y lo ha colocado en una determinada familia, raza, sexo, entorno, etc.


Bhagavan añadió: “Estas son buenas preguntas, pero dile a de Acosta (él siempre me llamaba de Acosta) que no debe volverse demasiado intelectual sobre estas cosas. Es mejor simplemente meditar y no tener pensamientos. Deja que la mente descanse tranquilamente en el Ser en la cueva del Corazón Espiritual. Pronto esto se convertirá en algo natural y entonces no habrá necesidad de preguntas. No imagines que esto significa estar inactivo. El silencio es la única actividad real”. Luego Guy agregó: "Bhagavan dice que te diga que te envía sus bendiciones".


Este mensaje me consoló mucho.


De regreso a Europa, mi barco se detuvo en Port Said. Desembarqué allí y atravesé el desierto hasta El Cairo, donde permanecí tres días y luego tomé el barco nuevamente cuando atracó en Alejandría.


En El Cairo me alojé en el antiguo y famoso hotel Shepherd. Pasé un día en el museo viendo la colección de Tut Ankh Amon (Tutankamón), y el segundo día salí en camello para ver la Esfinge y la Gran Pirámide. Cuando llegué a la pirámide era casi el atardecer. No había nadie alrededor excepto mi propio guía/traductor y uno o dos árabes durmiendo junto a sus camellos arrodillados. Decidí subir a la cima de la pirámide. Aunque se elevaba muy por encima de mí, disminuyendo de tamaño a medida que se elevaba hacia el cielo y se veía terriblemente alta, no me di cuenta de lo alto que era hasta que comencé a escalarla. Comencé rápidamente, pero después de cierta distancia me cansé y mi paso se aflojó. Los escalones de la pirámide son muy estrechos y están erosionados, pero estaba decidida a llegar a la cima.


Totalmente exhausta, finalmente lo conseguí. El sol ya se había puesto. Me volví y miré hacia la empinada e impresionante pendiente de la pirámide. De repente me invadió el vértigo más espantoso. Mi cabeza daba vueltas y sentí que iba a caer y zambullirme en la muerte. Me agaché en los estrechos escalones y me agarré a la cima de la pirámide con tanta fuerza que mis uñas se rompieron contra la piedra y mis dedos sangraron. No me atreví a mirar hacia abajo de nuevo. Un miedo agonizante se apoderó de mí. Sentí un sudor frío cayendo por mi cara, cuello y espalda. Me puse histérica. ¿Qué podía hacer? Sabía que si me soltaba me caería, pero también sabía que no podría aguantar mucho más. Cerré los ojos. Recordé lo que había dicho el Maharshi: sumergirme profundamente en el Corazón Espiritual. Hice acopio de todas mis facultades y de todo el poder que hay dentro de mí y me concentré en el Corazón. De repente lo vi, como una gran luz en el ojo de mi mente. En el centro vi la cara del Maharshi sonriéndome. Instantáneamente me sentí calmada.


Me volví y miré hacia abajo. Muy abajo vi a un hombre saludándome. Solté una mano y la puse sobre mi cabeza, y luego le devolví el saludo. El hombre empezó a llamar a otra persona. Otro hombre corrió hacia él. Rápidamente comenzaron a subir. Subieron de manera experta y rápida, pero a mí me parecieron horas. Probablemente tardaron unos treinta y cinco minutos en llegar hasta mí. Uno de ellos tenía una cuerda. La ató alrededor de mi cintura y acarició suavemente mi rostro. Murmuró algunas palabras que no pude entender, pero sabía que eran palabras amables para animarme. Situada entre ellos, cada uno de nosotros sujetos por la cuerda como si fuéramos alpinistas, comenzamos a descender. Finalmente llegamos abajo sin problemas. Algún tiempo después de esto, una persona iluminada me dijo que escalar la Gran Pirámide se consideraba en el antiguo Egipto una de las “pruebas de miedo” que los estudiantes tenían que pasar para ser iniciados en los grandes misterios religiosos. Se requería que los aspirantes subieran hasta la cima de la pirámide, y si al llegar a la cima podían sobreponerse al miedo, esta prueba en particular estaba superada.


Bhagavan Ramana Maharshi murió el 14 de abril de 1950. Había dicho: “¿Decís que me voy? Pero, ¿a dónde podría ir? Estoy aquí”. Con la palabra "aquí" él no insinuaba ninguna limitación. Más bien quería decir que el Ser 'es'. No hay ir, ni venir, ni cambios en aquello que es inmutable y Universal. Yo no debería haber considerado su muerte como un golpe. ¿Cómo podría perderlo? ¿Cómo se puede perder a alguien? ¿Y cómo perder lo Eterno? Es sólo en el primer shock, y presa de la ilusión de la muerte, que uno se lamenta por la muerte de la presencia física. Sin embargo millones de personas en la India lloraron al Maharshi. Un largo artículo sobre su muerte en el New York Times terminaba con: “Aquí en la India, donde miles de supuestos hombres santos afirman estar en estrecha sintonía con el infinito, se dice que la cosa más extraordinaria de Ramana Maharshi fue que él nunca reclamó poseer ninguna cualidad extraordinaria, y sin embargo se convirtió en uno de los más amados y respetados de todos”.



Ramana Maharshi


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Fuente principal para este artículo: https://realization.org/p/ramana/mercedes-de-acosta.html


Fuentes complementarias:

(En inglés): https://www.apasserby.com/2015/11/01/my-meeting-with-ramana-maharshi/

(Wikipedia en español): https://es.wikipedia.org/wiki/Mercedes_de_Acosta


Principales blogs del traductor de este artículo:

Sois Dioses, Sois Inmensos: https://jugandoalegremente.blogspot.com/

UCDM: Comentarios y citas: https://hablemosdeucdm.blogspot.com/


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