CUENTOS SOBRE EL MIEDO
De Emilio
http://escritores-
Comentario previo (29 – 09 – 2009):
En esta serie de mis Cuentos Sobre el Miedo, suelo utilizar distintos puntos de vista y hago variaciones para que el miedo se vuelva un poco menos miedo, y para que nos demos cuenta de que el miedo es algo natural, ya voy más adelante en otros cuentos, a definirlo, a analizarlo y a mostrar de donde proviene.
¿Por qué este dedicado análisis intelectual de una emoción tan interna como el miedo? Para compartir con quien está indeciso, ya que para quién haya sentido el impulso interno de su corazón de avanzar a pesar del miedo (porque SABE hacia donde se dirige) no se hace necesario analizarlo intelectualmente; su alma siente que su objetivo está por encima del miedo, y el análisis intelectual es superfluo. Debería serlo.
No está incorrecto sentir miedo, el problema está en dejarse dominar por el miedo. En mi caso (yo, ex – ultra-hiper-miedoso congénito enfermizo, si los hubo en esta tierra desde Lemuria a la fecha) ya lo entendí, y no busco suprimirlo, sino que por el contrario, le doy la bienvenida y lo utilizo.
Hago, como hizo la princesa, con un beso, que el sapo se vuelva príncipe –ella no temió al sapo. Además, si no puedes con él, únete a él...
No lo rechazo, porque me es de mucha utilidad. No lucho contra él, porque lo alimentaría y lo convertiría en terror. No me obsesiono pero no lo ignoro, porque estaría desaprovechando una advertencia sana o tal vez una excelente ventana de oportunidad.
¿Qué hago, entonces? Simplemente le permito ser, pero no me apego a él. No me “engancho”, no me involucro, no le doy energía, no le entrego mi poder.
Como a un perro furioso, lo acepto, lo escucho y cuando se ha calmado, me acerco con amor y serenamente le digo que no me tenga miedo. Que no somos enemigos, que no lo voy a lastimar. Que podemos hacer grandes cosas si trabajamos juntos. Y se lo digo en voz alta, pronunciando las palabras cuidadosa y calmadamente, como en los diálogos de mis cuentos.
Pero otras veces, cuando siento que aparece el miedo, me abandono a que me surja el guerrero y me lleno de entusiasmo porque sé que es el aviso de una nueva aventura en cartelera. Y le doy paso a la curiosidad... depende de lo que me convenga en el momento.
Quien declare que nunca tuvo miedo, o bien está mintiendo, o mejor que ya vaya sacando turno para una urgente terapia psicológica.
Esto tiene también relación con la Ascensión, y con la conducta de los que no se sueltan a Ascender, pero tan sólo porque... tienen miedo a que las cosas cambien. Si pudiéramos transmutar ese miedo, muchos llegarían a la conclusión de que lo más dulce que nos puede pasar... es Ascender. Y que con miedo o sin él, de una forma o de otra, más tarde o más temprano...hacia Allí vamos.
Sin embargo hay quienes no sólo no están predispuestos a Ascender (porque ya se creen ascendidos e iluminados), sino que... tampoco quieren que los demás Ascendamos, porque pretenden nivelar para abajo, y lamentablemente para ellos, ésa es la Vieja Energía, eso ya no es posible si nos ponemos firmes para que no suceda.
Estos personajes también serán honrados, sí, pero ALLÁ, en todo caso cuando llegue su momento; aquí no hay que dejar que nos confundan, porque su intención no es sana.
Me dije un día, ya casi agotado (el miedo desgasta): “Aquí alguien tiene que morir, o al menos, cambiar... o tus miedos, o vos”. Bueno, creo que todavía estoy vivo...
En mi desesperada búsqueda de respuestas ante mis miedos he podido detectar correctamente que mi miedo es parte de mi poder, y que es energía mía (MI miedo, es mío), y por lo tanto me pertenece, y hago que me potencie en lugar de detenerme. Que me advierta, me calme y me serene en lugar de agitarme. Que en todo caso, me detenga para reflexionar en lugar de detenerme para retroceder o movilizarme para agredir.
Pero no sólo nosotros, las personas, tenemos miedo... y para que aquel que está leyendo (y en algunos momentos siente miedo) pueda comenzar el camino de transmutarlo por el primer paso (que es empezar por reírse del miedo), aquí va un cuentito que escribí a orillas del Lago Traful (Argentina), sobre...
Hoy es domingo, y son las 5 de la mañana. ¿Qué estará haciendo la gente normal, hoy, a esta hora? Durmiendo... naturalmente. ¿Y yo? Tratando de pensar, como buen Virginiano. Yo me consuelo diciéndome que soy un buscador, algún otro dirá que soy un masoquista; tal vez ambos tengamos algo de razón.
Pero resulta que ayer leí un artículo sobre unos yanquis (Ellos, ¡cuando no...!) que hicieron un experimento con monos y eso me dejó pensando...
Pusieron a cinco monos en una jaula; y en el centro, una escalera y arriba de la escalera, una banana. Claro... uno de los monos no tardó en darse cuenta de eso y saltó a subirse a la escalera para hacerse de la banana.
Los otros cuatro, que lo quedaron mirando, recibieron en ese momento unos chorros de agua fría que un experimentador insensible les tiraba, para ver qué hacían los monos. Los cuatro monos restantes, primero se quedaron helados (por supuesto!... ¡el agua estaba muy fría! Já!), pero luego, cada vez que alguno subía la escalera y los restantes recibían el agua, tomaron una decisión. ¿Qué decidieron?...
Pudieron haber sacado la conclusión de que el que no subía la escalera, recibía el agua. Pero no, al revés; ¡prefirieron entender que recibían el chorro de agua por culpa del que subía la escalera!.
Me dije.... Una conducta casi humana, ¿no? ¡Qué grandes los monos...! Geniales. Así que cada vez que uno de ellos se subía a la escalera, los restantes le daban una paliza terrible. Y así todos los días.
Hasta que un día, cuando ya nadie quería subir por la banana, al experimentador que les tiraba el agua helada, se le ocurrió cambiar un mono y lo reemplazó por otro nuevo, que no conocía la tradición.
Inmediatamente, éste (ignorante de la ética social y las buenas costumbres locales) quiso subir a la escalera a buscar la banana...
Sin demora, y sin necesidad del agua fría, los otros cuatro, le dieron la consabida paliza. Supongo que el mono nuevo se preguntaba porqué le daban con un caño, sin entender bien la cosa, pero al final, aceptando la realidad, el mono nuevo entendió que “así se hacen las cosas acá” (cuestiones del establishment social, ¿vio?).
Y entonces, el experimentador, volvió a cambiar a otro mono viejo por uno nuevo. De vuelta a la escalera y de vuelta a la paliza.
Y de nuevo a entender que al que sube la escalera hay que darle con todo. ¿Por qué? No sé, pero acá es así.
Y así, fue cambiando los monos, y cada mono nuevo, a la escalera y a la soberana paliza, hasta que “entendía”. Claro, al final, cambió todos los monos viejos y los cinco monos nuevos, sin necesidad de echarles agua fría, terminaban dándole como en la guerra al que se acercaba a la escalera.
¿Por qué? Porque en esta jaula es así y punto. Al que sube la escalera hay que darle con lo que haya a mano. (Cualquier semejanza con la realidad humana es sólo coincidencia).
La gente dice en la calle: “¡cuando querés ponerte en marcha, te patean los tobillos...!” ¿Lo escuchaste alguna vez? Y es así, tal cual lo que pasaba con los monos. Y cuando vos preguntás ¿Por qué? Te dicen: “no sé, pero acá es así”. Interesante lo de los monos, ¿no?.
La pregunta del millón ha sido, para la ciencia desde que la ciencia “es ciencia”, ¿De dónde desciende el hombre?. Mirando el Discovery Channel, el Animal Planet, el noticiero de TN, algo de fútbol, la política nacional y mundial... creo que deberían darme el premio Nobel y por supuesto el millón, porque viendo los comportamientos y expresiones de algunos deportistas, amén de lo que observo que hace mucha gente en la calle, estoy cada día más, sospechando... que, como decía Darwin, EL HOMBRE DESCIENDE DEL MONO.
Incluso, mi genialidad va increíblemente aún más allá: ante la lógica pregunta consecuente...
¿Y de dónde desciende el mono? he llegado a la brillante conclusión (no me aplaudan, por favor, soy muy tímido y hacen que me ponga colorado...) de que el mono ¡¡¡DESCIENDE DEL ÁRBOL !!! (o en la jaula, desciende de la escalera!). ¿Qué tal? ¿No es genial...?
Hay quienes dicen que tenemos genes de chimpancé (algunos ejemplares... ¡pareciera que demasiados!) y de extraterrestre (¡también habría quien parece tener demasiados!). Y creo que también estoy yo (¿¡?) que (salvo en lo sexual, por las dudas aclaro) todavía no entiendo bien de qué cuadro soy ni para qué arco pateo.
Conclusión: es cierto que los monos (y también, la gente) aprendieron sin saber bien porqué, que al que intenta subir la escalera, hay que darle con todo. De ello se encargaron innumerables sectas (lo he vivido en carne propia) y sociedades secretas (también lo mismo), y algunas no tan secretas (los vas a encontrar con sólo cruzar al otro lado de la plaza del pueblo, o tal vez ni necesites caminar, te van a tocar timbre para salvarte).
“Porque acá es así, ¿viste?”...
Sin embargo, como siempre atravesado yo, decidí entender otra cosa: que el mono que tiene miedo y no se arriesga a subir a la escalera, nunca va a lograr hacerse de la banana, más allá de saber y aceptar que si lo hace, tendrá que aguantarse la paliza. Muy sencillo...
Es una cuestión de hacerse cargo de los propios miedos o bien, dejar que los propios miedos se hagan cargo de uno.
Eso nos lleva a tener que enfrentar nuestro albedrío: deberemos elegir. ¿A eso vinimos, ¿no?. O bien eliges ser como el mono que va en busca de la banana, o te comportas como los monos que castigan al mono que va en busca de la banana, porque... bueno, acá es así. No hay tercera opción; si no eliges, ya has elegido...
Y luego, por supuesto... hay que hacerse cargo de esa libre elección, pero sin quejarse. Se nos pide asumir Responsabilidad, porque tenemos libre albedrío. Recuerda...
Con los palos por el lomo pero con la banana; o sin los palos... pero sin la banana. Y si nunca eliges pagar el precio por comer una banana, te irás sin saber... qué sabor tiene una banana.
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